30 de julio de 2011

EL SUEÑO DE LOS CINCO TÓTEMS RÚNICOS


© Matías Krasner- Copyright -All rights reserved 2011


En la oscuridad de la noche. Tranquilizado por el canto susurrante de la lluvia, mientras las gotas  golpean suavemente la ventana de mi habitación. Los pensamientos manan  de mi interior. La duermevela da paso a una respiración lenta, sin prisa, expirando levemente. Suelto el aire que da paso a un sueño placido y reconfortante. Mis latidos, vienen y van. Subiendo el tono, hasta dar comienzo, los atronadores tambores de guerra que resuenan en el valle. Mientras las hordas enemigas caminan desafiantes. El cuerno resuena en la lejanía, acompañando los gritos del campo batalla. Mi alma de guerrero despierta. Mi mano izquierda que antes estaba desnuda, ahora lleva el acero de la espada corta. Levantándola con  fiereza, chocándola contra el escudo, entonando la canción guerrera de mis ancestros.
La nieve cae delicadamente entre mis cabellos rojizos. La rabia entra en mí ser, el tótem de las cinco bestias que anidan en mi interior. Despertando la furia del berseker. El águila que sobrevuela el cielo, la serpiente que se arrastra y ahoga. El lince que sigilosamente se mueve entre las rocas esperando su presa en silencio. El lobo fiel  y astuto, que acecha con sus camaradas y se envían miradas llenas de complicidad. El cuervo que grazna posado en una rama, observando los movimientos del enemigo. La sabiduría ancestral que me llena de energía, los arboles que se mecen por el viento. La tormenta eléctrica, señal que Thor   espera anhelante, nuestra victoria. Los rayos y relámpagos iluminan el cielo. Por la voluntad del dios furioso, destructor y creador al mismo tiempo.

22 de julio de 2011

EL INVENTOR OLVIDADO

© Manuel Arduino Pavón

Basilio Glauco de Siena creó un pájaro.
Lo hizo de espinacas y lo ligó a un silfo.
El pájaro volaba alto, muy alto, pero era de espinacas y las espinacas no viven fuera de la tierra.
Después creó una gallina, pero las otras gallinas se la comieron. Aman las espinacas.
Un día se arrojó de lo alto del acantilado y voló para estupor de la gente.
Cuando despertó seguía volando. La inercia de la condición despierta lo hizo caer en la fría y dura realidad. Quedó tirado, tiritando y dolorido.
Basilio Glauco de Siena murió con los ojos abiertos, devorado por los lobos, y un día después lo olvidaron.