24 de enero de 2012

EQUILIBRIO


© María Parra

Atanasa despertó sobresaltada con la respiración acelerada. Se medio incorporó en el lecho y observó nerviosa a su alrededor como si buscara a alguien más en su alcoba, pero estaba sola. El sudor chorreaba por su frente, su larga melena estaba apelmazada y parecía que acabara de lavarse el pelo.
La joven apartó la también húmeda colcha dispuesta a salir de la cama, ya era de día, cuando se fijó en su camisón, pegado a la piel e igualmente empapado, y quedó desconcertada. Se puso en pie, sintió las frías losas bajo sus extremidades y de pronto la asaltó un fuerte mareo que a punto estuvo de hacerla caer. Se sentía enferma pero no comprendía la causa, el día anterior se hallaba perfectamente.
Momentos después el malestar se suavizó, permitiéndola asearse y vestirse para ir a desayunar con su padre. Aun así, se encontraba fatigada.
—Buenos días, querida —saludó el monarca con una amable sonrisa, al ver aparecer a su única hija en el salón.
—Buenos días, padre —dijo Atanasa en un susurro, caminando rumbo a él para darle su acostumbrado beso de la mañana.
—Pequeña ¿te encuentras mal? —preguntó preocupado el Rey Guda ante su aspecto macilento.
—Estoy bien —intentó tranquilizarle—. Anoche tuve un sueño muy extraño que me ha revuelto un poco.
Atanasa se acomodó en su lugar habitual en la mesa, al lado de su progenitor, donde ya la aguardaban unas modestas gachas.

20 de enero de 2012

BESOS AL VINO


© Cleopatra Smith

Había llegado el momento, no tenía ningún sentido seguir esperando, pues guardaba la botella desde hacía tanto tiempo, que casi dolía el mirarla, el sentirla... La noche había caído sutilmente y sin avisar, las gotas de lluvia golpeaban los cristales como si fuesen un triste lamento, y el susurro del viento acompañaban mis pasos hacia el salón, con unos pies descalzos que soportaban valientes el frío que provenía del suelo, y que firmes caminaban hacia ese rincón, lugar donde descansaba la botella desde hacía tanto, «esperando inútilmente siempre tu llegar...», me sonreí amargamente por ello... Al plantarme frente a ella la sentí desafiante, a la vez que intentaba conquistarme con su elegante porte, para que la dejara seguir luciéndose en su bello rincón; para hacerme sentir con su presencia la grandeza de tu ausencia; para sólo acrecentar con ello mi dolor... Pero no, no caí a la tentación de su fría compañía, y con mano firme la así con fuerza aflorándome a los ojos un brillo triunfal, «soy fuerte», me decía para mí, «soy fuerte», me repetía para mis adentros, aun sabiendo que no era verdad... Me dirigí al salón sin prisas, los chasquidos de la madera quemándose en la chimenea me acompañaban hasta la mesa, donde ya me esperaban la copa, el sacacorchos y tu foto... sí, tu foto... La que suplía tu presencia, la que me acompañaba en mis noches con su cruel silencio desde hacía tanto, tanto...

18 de enero de 2012

DEDICADA A ESA FLOR...


© Cristina Alcaide, Cadloa

Esa flor, pequeña e indefensa en medio de una gran ciudad, que sin embargo ahí sigue, día tras día.
Paso por su lado, mis pasos la saludan, ella los ve venir y ir, todos los días, unos días con paso acelerado, otros arrastrándose sin ganas pero ella siempre está ahí, aunque el viento la agite hacia los lados, el agua la ahogue con tres gotas o el sol la caliente hasta el ahogo.
Siempre en el mismo lugar dejando que los perros la olfateen, que las latas rueden y la tumben o que una bolsa vuele hacia ella, la tape y que, cuando pasen, no la puedan apreciar.
Nunca pensé que fuera tan fácil, tomarle tanto cariño, ¡es una simple flor!, no es la más bella de las flores, ni posee todos sus pétalos impecables y perfectos, únicamente es una flor; una flor única.

10 de enero de 2012

ENTRE DOS HOMBRES


© Margarita Carro González

—Señor Dios Padre acoge en tu reino el alma de nuestro hermano...

María se estremeció y se rebujó dentro de su abrigo. Se levantó el cuello de piel de visón y sintió la suave caricia de la piel. Le gustaban mucho los abrigos de piel, con ellos se sentía especial.
A pesar de ser uno de los otoños más secos de los últimos años, en toda la ceremonia no había cesado de llover, parecía que el cielo se quería despedir del difunto llorando lo que ningún ser humano hacía.
Ella quizás pudiera haber evitado esa muerte. Sin embargo, fue ella la que descubrió el cuerpo colgando de la soga, en el servicio. No quería recordar esa visión tan aterradora. Sólo vio los pies, no tuvo valor para levantar la vista. Salió gritando como una histérica, la gente se arremolino a su lado. María con la voz entrecortada logro explicar lo encontrado. Luego todo fue muy rápido, la policía, el forense.
Apenas podía recordar más que retazos; como una película en la que las secuencias estuviesen mal montadas y además descolocadas. El médico de la residencia le había puesto un calmante.