28 de enero de 2013

UN DÍA CUALQUIERA

© Oscar Malvicio 

     Salí a desayunar fuera, a la churrería "Nueva", hacía un frío de mil demonios, había helado y se veía el hielo sobre las calles grises. Un borracho vomitaba en la puerta de un portal, su vaho se perdía en el aire denso, mientras su vómito rebotaba en la acera, salpicando dentro del portal y a sus zapatos. Al cruzar la calle, un perro aprovechó para cruzar también, entré en la churrería y pedí un café y una copa de "Terry", agarré el periódico y lo abrí por detrás para ver la programación televisiva, pocas cosas me interesaban a parte de la programación televisiva; el resto de la información es muerte, paro, crisis, política, manifestaciones, terrorismo, manipulación, suicidios, malos tratos, corrupción, tráfico y tráfico de drogas... lo de siempre pero cambiando los protagonistas de vez en cuando. El café estaba ya en la barra, lo cogí y sorbí un poco, lo dejé y pensé en ese borracho a punto de echar las tripas por la boca a la vez que cerraba el periódico y lo dejaba en la esquina.

30 EUROS Y A CORRER

© Oscar Malvicio 

    Andaba por el centro de Guadalajara, en dirección a la agencia tributaria, por la mañana, iba tarareando un tema de Sabina y estaba nervioso por la resaca, y también porque no sabía el número de tributos que me iban a meter. Anduve un buen rato buscando el sitio, y lo encontré. Una vez dentro, me hicieron sacar un ticket con un número, me senté y esperé mi turno.
    A la media hora salió mi número, me levanté y fui hacia la mesa indicada. Puse mis papeles encima de la mesa y la tía me pidió el DNI, se lo di, y empezó a teclear.
    —Le sale a devolver 30 euros, señor  Cirio —me dijo.
    —Vale, verá —le dije—, hay cierto dinero de un piso que me han devuelto, porque me di de baja antes de que lo construyeran, y quisiera declararlo también.
    —Ah… bueno… —titubeó—. ¿Sigue usted en ese piso?
    —Nunca he pisado ese piso, señora.

21 de enero de 2013

UN VIAJE A SALAMANCA

© Ramón B. Boscá Crespo

   Mariano y yo nos hemos levantado temprano, nuestras mujeres se han quedado durmiendo y descansando. La noche anterior nos lo anunciaron, al regreso del viaje que realizamos por los alrededores de la sierra de Francia; por el pueblo de La Alberca, a la cima de la peña de Francia y el paseo por el paraje natural de Las Batuecas. Acabaron con sus fuerzas, y exhaustas para seguir nuestro ritmo, decidieron pasar el último día de vacaciones sin salir de la casa rural.
     A Mariano le ha tocado preparar un pequeño desayuno antes de partir, yo soy negado a toda clase de tareas domésticas. Él no es que sea muy ducho en esos menesteres, pero al menos se defiende.

15 de enero de 2013

¿SUEÑO O REALIDAD?

© Pepe Gallego


La desidia, la insatisfacción, el desasosiego, la amargura, el miedo. Todo ello atenazaba su espíritu. Un día más, una semana más. Hoy volvería a intentarlo pues no podía permitirse el lujo de rendirse, pero la realidad era que ya no tenía fuerzas y la esperanza se le escapaba como un árbol al que se le desprenden irremediablemente sus hojas caducas, o como un arroyo pierde su alegre fluir en la congelación pasando al áspero y seco crujir del hielo. Se miró en el espejo y observó el cansado rostro esculpido por las horas de vigilia, con marcadas y profundas ojeras, salpicado de ríos plateados en sus sienes. Hacía tiempo que el insomnio había hecho presa en él. ¿Cómo era posible haber llegado a aquella encrucijada con apenas treinta y pocas primaveras?

CARTA DE SUICIDIO

© Mar Vinat
La agente de la policía científica entró en la habitación, donde ya se encontraba uno de sus compañeros. En la cama estaban los cuerpos de una mujer que rondaría los cuarenta abrazada a un bebé que seguramente no tendría dos años. Parecían dormidos.
―Creo que está bastante claro que es un suicidio ―dijo el agente―. Un vecino alertó sobre un fuerte olor a gas, los bomberos han encontrado esas dos bombonas de butano de ahí con el regulador abierto y las gomas cortadas. Tanto la puerta como la ventana estaban cerradas y con toallas tapando cualquier posible rendija, además la mujer tenía en la mano lo que parece una carta de suicidio. En cuanto llegue el forense y lo confirme podremos irnos a comer ―dijo, tendiéndole la carta para que la viera.
Diana tomó el papel y se quedó mirando los cuerpos, pese a llevar años en el oficio la visión de niños sin vida no dejaba de producirle una inmensa pena. En este caso, ¿qué podía haber llevado a esa mujer a hacer algo semejante? Comenzó a leer: