©Verónica Gutierrez Álvarez
(KDS)
COLOMBRES 8 DE MARZO DE 2000
Querido Amigo:
Aquí estoy, un día más, contándote mis penas y mis alegrías. Aun sigo pensando mucho en la última carta que te remití, en la que te confesé este sentimiento que llevo dentro. Ante todo quiero darte las gracias por ser ese amigo tan fiel que siempre soñé tener y en el que confío. Aunque no te puedo observar, se que estas ahí, siendo mi mayor confidente.
Hoy tengo uno de esos días nublados, uno de esos días en los que los estoy abatida y sin ganas de muchas cosas pero, ya ves, a aquí me tienes escribiéndote: nunca me faltan las ganas, siempre estoy dispuesta a contarte todo lo que pasa por mi cabeza y como no, también por mi corazón.
Hoy tengo que explicarte lo que me dijo el psicólogo en la terapia de esta semana: dice que lo llevo muy bien y que puedo llegar a recuperarme al 100% pero amigo, no soy nada partidaria de tener que estar contándole a ningún individuo mi vida excepto a ti, mi mayor revelador de secretos, y a mi hija. Por mucho que siga yendo a terapia no creo poderme recuperar y mucho menos olvidarme de lo que aquel canalla me hizo. Sigo aquí porque mi hija insiste en que tengo que seguir el tratamiento para poderme recuperarme:¡ ya no tengo fuerzas de visitarle más! No pienses, amigo, que le tengo algo de manía al "señor psicólogo" pero... ¡hasta le veo en el barrio! Y sí, tengo que agachar la cabeza. Puedes pensarlo: me avergüenzo, ¡si, amigo, me avergüenzo! Me siento como si la canalla hubiese sido yo pero, por Alicia, sigo pasando estos malos tragos.