3 de mayo de 2012

DIOSA CARNAL


© Ramón Losada López

La primavera había llegado y con ella la noche mas fría recordada en muchos años. Me encontraba en la cama de mi amor, la cual me lo entregaba todo, como ninguna otra chica en el mundo. Empece a sentir su mano cálida acariciando mi cuerpo, desde el pecho hasta la parte más frágil y misteriosa de mí que escondía la mejor experiencia que se podía vivir. Al llegar ahí,ella no pudo evitar sentirse atraída por lo que sus ojos estaban viendo, se fue acercando cada vez más rápido, a la vez que su boca se abría, para dejar paso a lo que tanto quería. Me empece a sentir raro y a la vez nerviosos al tener delante mío a la persona que más quiero en esta vida. En su boca ya tenía mi pene que estaba erecto. Empezó a mover su boca hacia adelante y atrás, con una fuerza que me ponía. Era tal el deseo que sentía por ella, que la agarré de la cabeza, para unirme a su movimiento, con tanta energía como ella a mí me lo hacía. Nadie podía pararla a estas alturas. Su incontrolable deseo era mayor a mí. De mí empezaron a salir unos gemidos que al principio casi ni se oían, pero, según era mayor la fuerza con la que me lo hacía, los gemidos aumentaban, cada vez eran más fuertes y mas estremecedores; la cosa iba a más y más, hasta cesar los gemidos para dar paso a los jadeos que tanto le gustaban. Entre jadeo y jadeo su mirada se posaba en mi cara, haciéndome temblar de miedo, al mismo tiempo que sentía mi flujo recorrer su garganta. Le di la vuelta y me puse sobre ella, con las piernas bien abiertas y empecé a besar sus labios carnosos, fui bajando por el cuello con mi lengua y por sus grandes pechos, que tanto me ponían,continué hasta llegar a su parte mas intima. Mi lengua se puso a descubrir nuevos territorios, así que se adentro hasta las mismas profundidades y se puso a dar vueltas por todo, consiguiendo volver loca de pasión a su gran amor, que disfrutaba de cada minuto que pasaba con su chico, que tanto le excitaba.
Parecíamos flotar por el mismo Limbo, siendo observados por los ojos envidiosos de los dioses que deseaban a mi amada. Pero era miá, solo mía y no iba a permitir que me la arrebataran. Se la mostré en todo su esplendor, para que la desearan tanto como yo, pero haciéndoles saber que sus manos no llegarían a rozar su bello cuerpo. Yo no se lo permitiría, antes tendrían que pasar por encima mío y después conquistar su tesoro mejor custodiado, que solo yo conocía. Nadie más que yo era conocedor de lo que escondía. Me la llevaría hasta el fin de los tiempos si hiciera falta, con el propósito de que nunca nadie llegara a descubrir su mayor secreto; que residía en ella y que solo podía llegar a conocer el que la amara como el primer día; pero antes de llevarme lo que de ella me pertenecía, la mostraría como la mejor diosa que puede existir y huiríamos en la primera oportunidad que tuviéramos, para así poder seguir con nuestra interminable aventura . No nos volverían a ver en siglos, tiempo que a ellos les parecerá una eternidad que nunca llega a su fin, hasta entonces llenarían todo su mundo de estatuas nuestras con diferentes poses a la espera de volver a vernos algún día. Mientras tanto, nosotros seguíamos saltando de galaxia en galaxia, dejando lo mejor de nosotros hasta volver a estar de nuevo en el limbo con todos aclamando. «¡DIOSA! ¡DIOSA! ¡DIOSA!» Mientras, nosotros estamos en pleno coito, gimiendo cada uno más alto que el otro, hasta dar paso a los jadeos de ambos. El momento más esperado por los dioses se estaba acercando, sus ojos ya no nos miraban con esa envidia del principio, sino que nos miraban con un deseo que sobrepasaba las barreras de lo normal. Ambos, al mismo tiempo, emitimos un grito de placer que retumbo en todos los lugares en los que habíamos estado. Le acaba de entregar mi mayor tesoro: "Mi virginidad" y con ella una gran parte de mí, a cambio le pedí vivir para siempre junto a ella el resto de nuestras vidas y que esta maravillosa experiencia fuera el comienzo de una feliz familia, que con el tiempo iríamos formando.

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